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Los jueces sin rostro de la moral en el Perú

Publicado: 2011-11-07

La censura a la telenovela de la Perricholi

La Perricholi es una telenovela que se lanzó en agosto de este año con bombos y platillos por América TV, el canal comercial más poderoso del país. Fue el momento cumbre de 10 años de esfuerzos por sacar adelante el proyecto por parte de su productor general Michel Gomez, y una nueva excelente oportunidad para que los guionistas demostremos que escribir televisión también puede ser un oficio que exija calidad, mucho respeto por la palabra y creación de tramas complejas con varias lecturas. La pre-producción empezó a mediados del año 2010 y se llevó a cabo muy ordenadamente. Primero, se solicitó un detallado argumento de toda la telenovela (“biblia” en el argot de los guionistas) junto con un perfil de personajes. Luego de aprobarse esto sin ningún impase, se procedió a la contratación de actores, dirección de arte y en fin, todas las fases previas a un rodaje. Por tanto, América TV tuvo en sus manos argumento y personajes desde antes de dar luz verde al producto, y lo único que hicimos los escritores fue darle narrativa audiovisual a algo que, según todos los involucrados, no causaba conflictos y era perfectamente conocido por sus financistas. La telenovela salió al aire, empezó a encontrar su público en medio de la dura competencia y se ubicó con un promedio de 15 a 18 puntos, ocupando entre el 2do. y 4to. lugar en la sintonía general de lunes a viernes. Es decir, unas 400,000 personas veían cada noche La Perricholi, la historia de los divertidos amores entre la mestiza más famosa del virreinato del siglo XVIII, y su no menos famoso virrey Amat, además de otras 15 historias paralelas.

Pero entre tantas pelucas y trajes de época, había bastante más discurso narrativo. La trama hablaba de nuestra idiosincracia, de la sociedad cortesana limeña que 250 años después casi no ha cambiado. De la doble moral, la hipocresía, la corrupción política y de paso echaba una mirada bastante sarcástica a la relación entre represión sexual y fanatismo religioso. En el microcosmos de esta Lima recreada, los personajes buenos y positivos disfrutaban del sexo consentido sin culpa alguna ni pavor a las llamas del infierno, y en cambio los negativos se hundían en su neurosis por el pecado. La Perricholi era -¡horror!- una telenovela liberal de espíritu laico, con actrices amantes de virreyes, poderosos nobles hiper machistas, novicios dudosos de su vocación que descubren los placeres de la carne, criadas felices de no ser vírgenes, indios oprimidos planificando revueltas para librarse del abuso, marquesas beatas, esclavos con conciencia de clase, damas casadas escribiendo poesía erótica, mendigos con opinión política, monjas empresarias, jóvenes con discursos libertarios, brujas ateas y hasta un triángulo gay donde un falso griego se inmiscuyó entre una sólida pareja de comediantes que vivía su amor sin vergüenza alguna. De paso, los mismísimos Tupac Amaru II y Micaela Bastidas aparecieron 4 capítulos para recordarnos que el Perú no solo es Lima, y que el desprecio y el racismo que sufrieron al traer sus reclamos, fue detonante de su futura rebelión. Todas estas lecturas simultáneas conquistaron al público que la seguía cada noche, y no las tres o cuatro escenas que mostraron bellos semidesnudos. Sería subestimar a 400,000 personas o tratarlas de obsesos sexuales si se afirmara que la posterior censura después de emitido el capítulo 60 (de los 73 pactados) fue por “culpa” de unos breves minutos de exposición física en el llamado horario de protección al menor. No. Fue muchísimo más grave que eso.

La realidad es que la censura a La Perricholi se debió a su contenido ideológico y al tratamiento de sus variadas temáticas. Se debió a que la mayor parte de sus escenas dejaban al descubierto el absurdo del discurso pseudo-moralista represivo, a veces mediante la sátira y otras de manera más directa. Todo, todo era susceptible de discutirse y los personajes tenían mucho que decir respecto a los usos y costumbres de su época… que eran muy parecidas, si no idénticas, a las de hoy. El zarpazo tardó, pero llegó justo para arruinar su última parte. Sin que ninguno de los creativos estuviésemos informados hasta el día miércoles 2 de noviembre, desde mucho antes cierto grupo con ciertas influencias en ciertos importantes grupos de poder ejercía presión en los auspiciadores acusando a la telenovela de “inmoral y obscena”, según una visión del mundo correspondiente a la ultraderecha de Sarah Palin. Al parecer América TV no resistió más los embates, y a partir del lunes 31 de octubre empezó a cortar la historia reduciendo a su mínima expresión todos los personajes y textos que hieran los oídos de este Tea Party criollo. Porque es necesario recalcar que no se están censurando escenas de sexo: no quedaba ninguna después del cap. 60. Las que habían, ya se emitieron todas. Hoy se está censurando el espíritu libertario que se burla de aquellos que gozan justamente censurando al prójimo. Y las marquesas beatas de hoy deben sentir que han triunfado y que con esto ayudarán a salvar las almas de las 400,000 personas que disfrutaban de esa libertad “pecadora” que significa no cuestionar jamás el statu quo, como sucede en las archiconservadoras novelas de Televisa.

Pero resulta que nosotros no aceptamos tranquilamente que un puñado de personas nos llamen “obscenos” e “inmorales” escudándose en el anonimato o una sigla. Queremos saber cómo se llaman, quiénes son -con nombre y apellido- cuáles fueron sus acciones y a quiénes acudieron, también con nombre y apellido. Si nos han endilgado esos calificativos, tenemos derecho a saber cuáles son sus lobbies y los poderosos amigos que mueven influencias para que les hagan tanto caso. En suma, no aceptamos jueces sin rostro que le falten el respeto a millares de televidentes tratándolos como a discapacitados mentales decidiendo por ellos, ni que ofendan a grandes actores como Alberto Isola o Leonardo Torres Vilar -por citar solo dos de un elenco de 100- diciéndoles que trabajan en obras obscenas. Si ahora los contenidos de la señal abierta se deciden en un lonche de damas de barrio elegante y no en el directorio de un canal como tendría que ser, queremos saberlo para que público y creadores estemos bien enterados de cómo son las reglas. Y que el nuevo gobierno también lo sepa pues, entre muchas cosas, la mayoría votamos para que nuestro país no siga manejándose con los mismos criterios feudales de los que –felizmente- perdieron las elecciones de este año y aún no aceptan su derrota.

Por todo esto, amigos periodistas, los invitamos a investigar quiénes mueven los hilos. Así el día de mañana sabrán quiénes van a presionar para que la radio no pase una canción “satánica” o le quiten auspicios a cualquier cosa que perturbe a diez personas con mucho poder. Averígüen la identidad de los censores que trabajan ocultos, que por fin salgan a la luz. Nosotros siempre hemos dado y daremos la cara por nuestro trabajo. ¿Los acusadores se atreverán a dar las suyas? Estamos esperándolos. Sin miedo, sin silencio, ni culpas. Porque así como la verdadera Perricholi se atrevió con la hipocresía limeña en el siglo XVIII, el mínimo homenaje que podemos hacerle hoy a esa valiente mujer –que sin duda lo fue- es atrevernos a exigir que nuestros inquisidores tengan rostro.

Eduardo Adrianzén. Escritor, dramaturgo teatral y profesor universitario, autor de Los de arriba y los de abajo, Qué buena raza, Eva del edén e involucrado en otras 40 ficciones para TV desde 1985. Y, por supuesto, colaborador en La Mula TV.


Escrito por

Eduardo Adrianzén

Dramaturgo. También veinte años como guionista de miniseries y telenovelas desde \"Carmín\".


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Sala llena

con Eduardo Adrianzén